sábado, 28 de mayo de 2011

AUTOLIBERACIÓN INTERIOR - ANTHONY DE MELLO - INTRODUCCIÓN



AUTOLIBERACIÓN
INTERIOR

ANTHONY DE MELLO

Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusión, y con el propósito de
que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN
Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era
Rosario – Argentina
Adherida al Directorio Promineo
FWD: www.promineo.gq.nu


INTRODUCCIÓN

A mediados de 1987, el jesuita indio Anthony de Mello, gran autor de libros espirituales (“El canto del pájaro”,
“El manantial”, “Sadhana”, ¿Quién puede hacer que amanezca?, “La oración de la rana”) fallece en Nueva York
a los 56 años.

El padre de Mello se hizo famoso por sus cursos, ejercicios y conferencias sobre liberación interior. Toda su
obra estuvo dirigida a lograr una síntesis entre la espiritualidad de Oriente y la de Occidente, en beneficio de la
libertad y la realización total de la persona. Despertar a estas posibilidades era el objetivo de sus antologías de
cuentos, tomados tanto de la tradición cristiana como de la budista y la sufí, sin ocultar nunca su predilección
por Jesús.

Hacia la época de su muerte, Tony de Mello iba a dar un curso de autoliberación interior en Madrid. Este
propósito no pudo cumplirse, pero su palabra clara y potente lo ha sobrevivido y llega hasta nosotros en una
transcripción que hiciera una de sus alumnas del curso que impartió en Barcelona en agosto de 1986.

De Mello, síntesis también él de psicólogo y teólogo, en su deseo de llegar a las raíces de las personas, hace
planteamientos verdaderamente radicales. Sin embargo, se debe tener en cuenta que su trabajo de
conciliación de espiritualidades y la validez de su acción pastoral vienen refrendados por numerosos
testimonios de todo el mundo y, desde luego, por el extraordinario éxito de sus libros.

En efecto, lo que aquí propone el padre de Mello puede parecer heterodoxo y cuestionable (él mismo reitera
que se debe cuestionar todo), pero tiene muchos puntos de contacto con los maestros más destacados de
nuestra historia y nuestra tradición. Se trata de la profundización en la propia vida, para liberarse de las
cadenas interiores que nos impiden vivir intensamente. A veces, hasta la misma religión, mal entendida, es
fuente de trabas psicológicas para vivir la libertad interior que nos aleje de los intensos dolores y las extensas
depresiones que caracterizan al mundo moderno.

Publicamos este texto, revisado y ampliado, con la intención de proporcionar un material valiosísimo para la
reflexión y, por qué no, la discusión, en la certeza de que todo lo que contribuya a tales actividades,
eminentemente formativas, contribuirá también al crecimiento vital y espiritual del lector.

Los Editores

* * *

¡DESPIERTA! ¡LA FELICIDAD ERES TÚ!


¡DESPIERTA!
¡LA FELICIDAD ERES TÚ!

Despertarse es la espiritualidad, porque sólo despiertos podemos entrar en la verdad y descubrir qué lazos nos
impiden la libertad. Esto es la iluminación. Es como la salida del Sol sobre la noche, de la luz sobre la
oscuridad. Es la alegría que se descubre a sí misma, desnuda de toda forma. Esto es la iluminación. El místico
es el hombre iluminado, el que todo lo ve con claridad, porque está despierto.
No quiero que os creáis lo que os digo porque yo lo digo, sino que cuestionéis cada palabra y analicéis su
significado y lo que os dice en vuestra vida personal; pero con sinceridad, sin autoengañaros por comodidad o
por miedos.

Lo importante es el Evangelio, no la persona que lo predica ni sus formas. No la interpretación que se le ha
dado siempre o la que le da éste o aquél, por muy canonizado que esté. Eres tú el que tiene que interpretar el
mensaje personal que encierra para ti, en el ahora. No te importe lo que la religión o la sociedad prediquen.

La sociedad sólo canoniza a los que se conforman con ella. En el tiempo de Jesús y ahora. A Jesús no
pudieron canonizarlo y por ello lo asesinaron. ¿Quiénes creéis que lo mataron? ¿Los malos? No. A Jesús lo
asesinaron los buenos de turno, los más respetados y creídos en aquella sociedad. A Jesús lo mataron los
escribas, los fariseos y sacerdotes; y si no andas con cuidado, asesinarás a Jesús mientras vives dormido.

Despertarse es la espiritualidad, porque sólo despiertos podemos entrar en la verdad y la libertad.


Estás dormido

¿Y cómo sabré si estoy dormido? Jesús os lo dice en el Evangelio: “¿Por qué decís Señor, Señor, si no hacéis
lo que os digo?” Si no hacemos lo que Dios quiere y nos dedicamos a fabricarnos un Dios “tapa agujeros”, es
que estamos dormidos. Lo que importa es responder a Dios con el corazón. No importa ser ateo, musulmán o
católico; lo importante es la circuncisión y el bautismo del corazón. El estar despierto es cambiar tu corazón de
piedra por uno que no se cierre a la verdad.

Si estás doliéndote de tu pasado, es que estás dormido. Lo importante es levantarse para no volver a caer. La
solución está en tu capacidad de comprensión y de ver otra cosa que lo que te permites ver. Ver lo que hay
detrás de las cosas. Cuando se te abran los ojos, verás cómo todo cambia, que el pasado está muerto y el que
se duerme en el pasado está muerto, porque sólo el presente es vivo si tú estás despierto en él.
Metanoia quiere decir despertarse y no perderse la vida. Es vivenciar el presente. Para saber esto hay un
criterio: ¿Tú sufres? Es que estás dormido. Es igual que sepas muchas cosas y te dediques a salvar a las personas. "El ciego que guía a otro ciego" quiere decir que los dos están dormidos. Si sufres es que estás
dormido. Me dirás que el dolor existe. Sí, es verdad que el dolor existe, pero no el sufrimiento. El sufrimiento no
es real, sino una obra de tu mente. Si sufres es que estás dormido porque, en sí, el sufrimiento no existe, es un
producto de tu sueño; y si estás dormido, verás a un Jesús dormido, que tú te has imaginado, que nada tiene
que ver con el Jesús real, y eso puede ser muy peligroso.

Calderón dice: "Todo es según el color del cristal con que se mira." Si estás dormido no serás capaz de ver
más que cosas dormidas, y no te darás cuenta hasta que despiertes. Pasará la vida por ti sin que tú la vivas.

Si tienes problemas es que estás dormido. La vida no es problemática. Es el yo (la mente humana) el que crea
los problemas. A ver si eres capaz de comprender que el sufrimiento no está en la realidad, sino en ti. Por eso,
en todas las religiones, se ha predicado que hay que morir al yo para volver a nacer. Éste es el verdadero
bautismo que hace surgir al hombre nuevo. La realidad no hace problemas, los problemas nacen de la mente
cuando estás dormido. Tú pones los problemas.

Estar despierto es aceptarlo todo, no como ley, no como sacrificio, ni como esfuerzo, sino por iluminación.

Despierta

¿Se puede decir que en estos últimos días no te has sentido como un hombre libre y feliz, sin problemas ni
preocupaciones? ¿No te has sentido así? Pues estás dormido. ¿Qué ocurre cuando estás despierto? No
cambia nada, todo ocurre igual, pero tú eres el que ha cambiado para entrar en la realidad.

Entonces lo ves
todo claro.
Le preguntaron a un maestro oriental sus discípulos: "¿Qué te ha proporcionado la iluminación?"

Y contestó:
"Primero tenía depresión y ahora sigo con la misma depresión, pero la diferencia está en que ahora no me
molesta la depresión."

Estar despierto es aceptarlo todo, no como ley, ni como sacrificio, ni como esfuerzo, sino por iluminación.

Aceptarlo todo porque lo ves claro y ya nada ni nadie te puede engañar. Es despertar a la luz. El dolor existe, y
el sufrimiento sólo surge cuando te resistes al dolor. Si tú aceptas el dolor, el sufrimiento no existe. El dolor no
es inaguantable, porque tiene un sentido comprensible en donde se remansa. Lo inaguantable es tener el
cuerpo aquí y la mente en el pasado o en el futuro.

Lo insoportable es querer distorsionar la realidad, que es inamovible. Eso sí que es insoportable.

Es una lucha
inútil como es inútil su resultado: el sufrimiento. No se puede luchar por lo que no existe.

No hay que buscar la felicidad en donde no está, ni tomar la vida por lo que no es vida, porque entonces
estaremos creando un sufrimiento que sólo es el resultado de nuestra ceguera y, con él, el desasosiego, la
congoja, el miedo, la inseguridad... Nada de esto existe sino en nuestra mente dormida. Cuando despertemos,
se acabó.

Importa la vida

El ir contra la realidad, haciendo problemas de las cosas, es creer que tú importas, y lo cierto es que tú, como
personaje individual, no importas nada. Ni tú, ni tus decisiones ni acciones importan en el desarrollo de la vida;
es la vida la que importa y ella sigue su curso. Sólo cuando comprendes esto y te acoplas a la unidad, tu vida
cobra sentido. Y esto queda muy claro en el Evangelio. ¿Importaron todas las transgresiones y desobediencias
para la historia de la salvación? ¿Importa si yo asesino a un hombre? ¿Importó el que asesinaran a Jesucristo?

Los que lo asesinaron creían estar haciendo un acto bueno, de justicia, y lo hicieron después de mucho
discernimiento.

Jesús era portador de la luz y por ello predicaba las cosas más raras y contrarias al judaísmo, a sus creencias
e interpretaciones religiosas: hablaba con las mujeres, comía con los ladrones y prostitutas. Pero, además,
interpretaba la Ley en profundidad, saltándose las reglas y sus formas. Los sabios y los poderosos tenían que
eliminarlo. ¿Podía ser de otra manera? Era necesario que muriera así, asesinado y no enfermo de vejez.

Cuentan que un rey godo se emocionó al oír el relato de Jesús y dijo: "¡De estar yo allí, no lo hubieran matado!"

¿Lo creemos así, como ese rey godo? Dormimos.

La muerte de Jesús descubre la realidad en una sociedad que está dormida y, por ello, su muerte es la luz. Es
el grito para que despertemos.

No te ates

¿Qué hace falta para despertarse? No hace falta esfuerzo ni juventud ni discurrir mucho. Sólo hace falta una
cosa, la capacidad de pensar algo nuevo, de ver algo nuevo, de ver algo nuevo y de descubrir lo desconocido.

Es la capacidad de movernos fuera de los esquemas que tenemos. Ser capaz de saltar sobre los esquemas y
mirar con ojos nuevos la realidad que no cambia.

El que piensa como marxista, no piensa; el que piensa como budista, no piensa; el que piensa como
musulmán, no piensa... y el que piensa como católico, tampoco piensa. Ellos son pensados por su ideología.

Tú eres un esclavo en tanto y en cuanto no puedes pensar por encima de tu ideología. Vives dormido y
pensado por una idea. El profeta no se deja llevar por ninguna ideología, y por ello es tan mal recibido. El
profeta es el pionero, que se atreve a elevarse por encima de los esquemas, abriendo camino.

La Buena Nueva fue rechazada porque no querían la liberación personal, sino un caudillo que los guiase.

Tememos el riesgo de volar por nosotros mismos. Tenemos miedo a la libertad, a la soledad, y preferimos ser
esclavos de unos esquemas. Nos atamos voluntariamente, llenándonos de pesadas cadenas, y luego nos
quejamos de no ser libres. ¿Quién te tiene que liberar si ni tú mismo eres consciente de tus cadenas?

Las mujeres se atan a sus maridos, a sus hijos. Los maridos a sus mujeres, a sus negocios. Todos nos atamos
a los deseos y nuestro argumento y justificación es el amor. ¿Qué amor? La realidad es que nos amamos a
nosotros mismos, pero con un amor adulterado y raquítico que sólo abarca el yo, el ego. Ni siquiera somos
capaces de amarnos a nosotros mismos en libertad. Entonces, ¿cómo vamos a saber amar a los demás,
aunque sean nuestros esposos o nuestros hijos? Nos hemos acostumbrado a la cárcel de lo viejo y preferimos
dormir para no descubrir la libertad que supone lo nuevo.

Lo peor y más peligroso del que duerme es creer que está despierto y confundir sus sueños con la realidad.


No confundas los sueños

Vosotros estáis dormidos porque, si no, ya no necesitarías venir a este curso. Si ya lo vierais todo con ojos
nuevos, ya no necesitaríais venir a despertaros. Pero, si sois capaces de reconoceros dormidos, ser
conscientes de que no estáis despiertos, ya es un paso. Pues lo peor y más peligroso del que duerme es creer
que está despierto y confundir sus sueños con la realidad. Lo primero que necesitáis para despertar, es saber
que estáis durmiendo y estáis soñando.

La religión es una cosa buena en sí, pero en manos de gente dormida puede hacer mucho daño. Y lo podemos
ver muy claramente por la historia de una religión que, en el nombre de Dios, cometió tantas barbaridades
creyendo que hacía el bien. Si no sabes emplear la religión en esencia, en libertad, sin fanatismos ni ideologías
de un color u otro, puedes hacer mucho daño y, de hecho, se sigue haciendo.

Para despertar hay que estar dispuesto a escucharlo todo, más allá de los cartelitos de buenos y malos, con
receptividad, que no quiere decir credulidad. Hay que cuestionarlo todo, atentos a descubrir las verdades que
puede haber, separándolas de las que no lo son. Si nos identificamos con las teorías sin cuestionarlas con la
razón -y sobre todo con la vida- y nos las tragamos almacenándolas en la mente, es que seguimos dormidos.

No has sabido asimilar esas verdades para hacer tus propios criterios. Hay que ver las verdades, analizarlas y
ponerlas a prueba, una vez cuestionadas.

"Haced lo que os digo", dice Jesús. Pero no podremos hacerlo si antes no nos transformamos en el hombre
nuevo, despierto, libre, que ya puede amar.

"Aunque diera todo a los pobres, y mi cuerpo a las llamas -dice Pablo, ¿de qué me serviría si no amo?" Este
modo de ver de Pablo se consigue viviendo, y este modo de ser nace de estar despierto, disponible y sin
engaños.
Cuando la relación entre amigos no funciona lo bien que tú quisieras, puedes aliviarla. Puedes pararte y
comenzar una tregua, pero si no has puesto al aire las premisas que están debajo, el problema sigue en pie, y
seguirá generando sentimientos negativos.

¡Qué lío!

Mi vida es un lío. ¿Soy capaz de reconocerlo? Necesito tener receptividad. ¿Estoy dispuesto a reconocer que
el sufrimiento y la congoja los fabrico yo mismo? Si eres capaz de darte cuenta, es que comienzas a
despertarte.

Ordinariamente, buscamos alivio y no curación. Cuando sufres, ¿estás dispuesto a separarte de ese
sufrimiento lo necesario para analizarlo y descubrir el origen que está detrás? Es preferible dejar que sufras un
poco más, hasta que te hartes y estés dispuesto a ver. O despiertas tú, o la vida te despertará.

Las componendas y alivios son manejos comerciales del buen comportamiento que te ha metido en la mente tu
sentido de buena educación. Si los miras, bien despierto, descubrirás que no son más que utilización, comercio
de toma y daca y chantaje, más hipocresía. Cuando ves esto, ¿quieres quitarte el cáncer, o tomar un
analgésico para no sufrir? Cuando la gente se harta de sufrir es un buen momento para despertar.

Buda dice: "El mundo está lleno de dolor, que genera sufrimiento. La raíz del sufrimiento es el deseo. Si quieres
arrancarte esa clase de dolor, tendrás que arrancarte el deseo."

¿El deseo es cosa buena? Es una cuestión de lenguaje, pues la palabra "deseo", en español, abarca deseos
buenos, que son estímulos de acción, y deseos estériles, que a nada conducen. A estos deseos, para
entendernos, vamos a llamarlos apegos.

La base del sufrimiento es el apego, el deseo. En cuanto deseas una cosa compulsivamente y pones todas tus
ansias de felicidad en ella, te expones a la desilusión de no conseguirla. De no haber deseado tanto que tu
amigo te acoja, te contemple y te tenga en cuenta; de no desearlo tanto, no te importaría su indiferencia ni su
rechazo. Donde no hay deseo-apego, no hay miedo, porque el miedo es la cara opuesta del deseo, inseparable
de él.

Sin esta clase de deseos, nadie te puede intimidar, ni nadie te puede controlar o robar, porque, si no tienes
deseos, no tienes miedo a que te quiten nada.

No hay pareja ni amistad que esté tan segura como la que se mantiene libre. Sólo es eterno lo que se basa en
un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerables.


El amor no duerme

Donde hay amor no hay deseos. Y por eso no existe ningún miedo. Si amas de verdad a tu amigo, tendrías que
poder decirle sinceramente: "Así, sin los cristales de los deseos, te veo como eres, y no como yo desearía que
fueses, y así te quiero ya, sin miedo a que te escapes, a que me faltes, a que no me quieras."

Porque en
realidad, ¿qué deseas? ¿Amar a esa persona tal cual es, o a una imagen que no existe? En cuanto puedas
desprenderte de esos deseos-apegos, podrás amar; a lo otro no se lo debe llamar amor, pues es todo lo
contrario de lo que el amor significa.

El enamorarse tampoco es amor, sino desear para ti una imagen que te imaginas de una persona. Todo es un
sueño, porque esa persona no existe. Por eso, en cuanto conoces la realidad de esa persona, como no
coincide con lo que tú te imaginabas, te desenamoras. La esencia de todo enamoramiento son los deseos.

Deseos que generan celos y sufrimiento porque, al no estar asentados en la realidad, viven en la inseguridad,
en la desconfianza, en el miedo a que todos los sueños se acaben, se vengan abajo.

El enamoramiento proporciona cierta emoción y exaltación que gusta a las personas con una inseguridad
afectiva y que alimentan una sociedad y una cultura que hacen de ello un comercio. Cuando estás enamorado
no te atreves a decir toda la verdad por miedo a que el otro se desilusione porque, en el fondo, sabes que el
enamoramiento sólo se alimenta de ilusiones e imágenes idealizadas.

El enamoramiento supone una manipulación de la verdad y de la otra persona para que sienta y desee lo
mismo que tú y así poder poseerla como un objeto, sin miedo a que te falle. El enamoramiento no es más que
una enfermedad y una droga del que, por su inseguridad, no está capacitado para amar libre y gozosamente.

La gente insegura no desea la felicidad de verdad; porque teme el riesgo de la libertad y, por ello, prefiere la
droga de los deseos. Con los deseos vienen el miedo, la ansiedad, las tensiones y..., por descontado, la
desilusión y el sufrimiento continuos. Vas de la exaltación al desespero.

¿Cuánto dura el placer de creer que has conseguido lo que deseabas? El primer sorbo de placer es un encanto,
pero va prendido irremediablemente al miedo a perderlo, y cuando se apoderan de ti las dudas, llega la
tristeza. La misma alegría y exaltación de cuando llega el amigo, es proporcional al miedo y al dolor de cuando
se marcha... o cuando lo esperas y no viene... ¿Vale la pena? Donde hay miedo no hay amor, y podéis estar
bien seguros de ello.

Cuando despertamos de nuestro sueño y vemos la realidad tal cual es, nuestra inseguridad termina y
desaparecen los miedos, porque la realidad es y nada la cambia. Entonces puedo decirle al otro: "Como no
tengo miedo a perderte, pues no eres un objeto de propiedad de nadie, entonces puedo amarte así como eres,
sin deseos, sin apegos ni condiciones, sin egoísmos ni querer poseerte." Y esta forma de amar es un gozo sin
límites.

¿Qué haces cuando escuchas una sinfonía? Escuchas cada nota, te deleitas en ella y la dejas pasar, sin
buscar la permanencia de ninguna de ellas, pues en su discurrir está la armonía, siempre renovada y siempre
fresca. Pues, en el amor, es igual. En cuanto te agarras a la permanencia destruyes toda la belleza del amor.

No hay pareja ni amistad que esté tan segura como la que se mantiene libre. El apego mutuo, el control, las
promesas y el deseo, te conducen inexorablemente a los conflictos y al sufrimiento y, de ahí, a corto o largo
plazo, a la ruptura. Porque los lazos que se basan en los deseos son muy frágiles. Sólo es eterno lo que se
basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerable.

Disparar gratuitamente

Hay dos tipos de deseos o de dependencias: el deseo de cuyo cumplimiento depende mi felicidad y el deseo
de cuyo cumplimiento no depende mi felicidad.

El primero es una esclavitud, una cárcel, pues hago depender de su cumplimiento, o no, mi felicidad o mi
sufrimiento. El segundo deja abierta otra alternativa: si se cumple me alegro y, si no, busco otras
compensaciones. Este deseo te deja más o menos satisfecho, pero no te lo juegas todo a una carta.
Pero existe una tercera opción, hay otra manera de vivir los deseos: como estímulos para la sorpresa, como un
juego en el que lo que más importa no es ganar o perder, sino jugar.


Hay un proverbio oriental que dice: "Cuando el arquero dispara gratuitamente, tiene con él toda su habilidad."

Cuando dispara esperando ganar una hebilla de bronce, ya está algo nervioso. Cuando dispara para ganar una
medalla de oro, se vuelve loco pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad, pues ya no ve un
blanco, sino dos. Su habilidad no ha cambiado pero el premio lo divide, pues el deseo de ganar le quita la
alegría y el disfrute de disparar. Quedan apegadas allí, en su habilidad, las energías que necesitaría libres para
disparar. El deseo del triunfo y el resultado para conseguir el premio se han convertido en enemigos que le
roban la visión, la armonía y el goce.

El deseo marca siempre una dependencia. Todos dependemos, en cierto sentido, de alguien (el panadero, el
lechero, el agricultor, etc., que son necesarios para nuestra organización). Pero depender de otra persona para
tu propia felicidad es, además de nefasto para ti, un peligro, pues estás afirmando algo contrario a la vida y a la
realidad.

Por tanto, el tener una dependencia de otra persona para estar alegre o triste es ir contra la corriente de la
realidad, pues la felicidad y la alegría no pueden venirme de fuera, ya que están dentro de mí.

Sólo yo puedo
actualizar las potencias de amor y felicidad que están dentro de mí y sólo lo que yo consiga expresar, desde
esa realidad mía, me puede hacer feliz, pues lo que me venga desde afuera podrá estimularme más o menos,
pero es incapaz de darme ni una pizca de felicidad.

Dentro de mí suena una melodía cuando llega mi amigo, y es mi melodía la que me hace feliz; y cuando mi
amigo se va me quedo lleno con su música, y no se agotan las melodías, pues con cada persona suena otra
melodía distinta que también me hace feliz y enriquece mi armonía. Puedo tener una melodía o más, que me
agraden en particular, pero no me agarro a ellas, sino que me agradan cuando están conmigo y cuando no
están, pues no tengo la enfermedad de la nostalgia, sino que estoy tan feliz que no añoro nada. La verdad es
que yo no puedo echarte de menos porque estoy lleno de ti. Si te echase de menos sería reconocer que al
marcharte te quedaste fuera. ¡Pobre de mí, si cada vez que una persona amada se va, mi orquesta deja de
sonar!

Cuando te quiero, te quiero independiente de mí, y no enamorado de mí, sino enamorado de la vida. No se
puede caminar cuando se lleva a alguien agarrado. Se dice que tenemos necesidades emocionales: ser
querido, apreciado, pertenecer a otro, que se nos desee. No es verdad. Esto, cuando se siente esa necesidad,
es una enfermedad que viene de la inseguridad afectiva.

Tanto la enfermedad, necesidad de sentirme querido, como la medicina que se ansía, el amor recibido, están
basados en premisas falsas. Necesidades emocionales para conseguir la felicidad en el exterior, no hay
ninguna; puesto que tú eres el amor y la felicidad en ti mismo. Sólo mostrando ese amor y gozándote en él vas
a ser realmente feliz, sin agarraderas ni deseos, puesto que tienes en ti todos los elementos para ser feliz.

La respuesta de amor del exterior agrada y estimula, pero no te da más felicidad de la que tú dispones, pues tú
eres toda la felicidad que seas capaz de desarrollar. Dios es la Verdad, la Felicidad y la Realidad, y Él es la
Fuente, dispuesta siempre para llenarnos en la medida que, libremente, nos abramos a Él.

Tú ya eres felicidad

Despertarse es la única experiencia que vale la pena. Abrir bien los ojos para ver que la infelicidad no viene de
la realidad, sino de los deseos y de las ideas equivocadas. Para ser feliz no has de hacer nada, ni conseguir
nada, sino deshacerte de falsas ideas, ilusiones y fantasías que no te dejan ver la realidad. Eso sólo se
consigue manteniéndote despierto y llamando a las cosas por su nombre.

Tú ya eres felicidad, eres la felicidad y el amor, pero no lo ves porque estás dormido. Te escondes detrás de
las fantasías, de las ilusiones y también de las miserias de las que te avergüenzas. Nos han programado para
ser felices o infelices (según aprieten el botón de la alabanza o de la crítica), y esto es lo que te tiene
confundido. Has de darte cuenta de esto, salir de la programación y llamar a cada cosa por su nombre.

Si te empeñas en no despertar, nada se puede hacer. "No te puedes empeñar en hacer cantar a un cerdo,
pues perderás tu tiempo y el cerdo se irritará." Ya sabes que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Si no
quieres oír para despertar, seguirás programado, y la gente dormida y programada es la más fácil de controlar
por la sociedad.

Dentro de mí suena una melodía cuando llega mi amigo, y es mi melodía la que me hace feliz; y cuando mi
amigo se va me quedo lleno de su música

* * *

de AUTOLIBERACIÓN INTERIOR
ANTHONY DE MELLO

¡DESPROGRÁMATE! ¡SÉ TÚ MISMO!


¡DESPROGRÁMATE!
¡SÉ TÚ MISMO!


Lo importante es ser capaz de darte cuenta de que no eres más que un yoyo, siempre de arriba para abajo,
según tus problemas, tus disgustos o depresiones; que eres incapaz de mantener una estabilidad.

Darte cuenta
de que te pasas la vida a merced de personas, de cosas o situaciones. Que te manipulan o tú puedes
manipular. Que no eres dueño de ti ni capaz de mirar las situaciones con sosiego, sin enfados ni ansiedad.

Toda esa actitud sólo depende de tu programación. Estamos programados desde niños por las conveniencias
sociales, por una mal llamada educación y por lo cultural. Vivimos por ello programados y damos la respuesta
esperada ante situaciones determinadas, sin pararnos a pensar qué hay de cierto en la situación, y si es
consecuente con lo que de verdad somos esa respuesta habitual y mecánica.

Tenemos programadas ideas convencionales y culturales, que tomamos como verdades cuando no lo son.

Como la idea de patria, de fronteras y hábitos culturales que nos llevan a conflictos cuando nada tienen que ver
con la verdad.

Lo que haces como hábito, te hace dependiente porque te lo han programado. Sólo lo que surge de dentro es
tuyo y te hace libre.


¡Desprográmate!

Cuando venía hacia aquí, en el avión, me dijeron:

-Mira, ya salimos de la India, ahí está la frontera.

Yo me asomé y por más que miraba no vi ni una línea, ni una barrera natural de separación. ¿Es que existen
las fronteras en la naturaleza? No están más que en nuestra mente. Toda tierra es de todos, y toda cultura no
es más que ideas que nos separan.

Hubo un niño blanco que se perdió en la selva y se crió en una tribu con cultura distinta. Cuando creció se casó
con una nativa de aquella cultura. Ocurrió que a una amiga de su mujer se le murió su marido en la guerra, y
aquella noche, al pensar en su amiga sola, la mujer nativa le dijo al marido blanco:

-Oye, me gustaría que fueses a consolar a mi amiga, que está sola, y como ya no tiene marido te acostases
con ella.

El marido, que recordaba aún rasgos de su cultura, se negaba, horrorizado, pero al final complació a su mujer.

Cuando volvió, la mujer le dijo:

-Ya sabía que eras un buen hombre y ahora te quiero más, porque eres compasivo y me siento orgullosa de ti.
¡Qué bella su cultura, pero qué difícil de entender y seguir para nosotros! No existe separación de razas, sólo
distintas culturas programadas en nuestras mentes. En la naturaleza no existen fronteras. El honor, el éxito y el
fracaso no existen, como tampoco la belleza ni la fealdad, porque todo consiste en una manera de ver de cada
cultura. Es lo cultural lo que provoca esas emociones ante el nombre de patria, raza, idioma o pueblo. Son
distintas formas de ver que están programadas en nuestra mente. La patria es el producto de la política, y la
cultura es la manera de adoctrinar.

Cuando eres un producto de tu cultura, sin cuestionarte nada, te conviertes en un robot. Tu cultura, tu religiosidad
y las diferencias raciales, nacionales o regionales te han sido estampadas como un sello y las tomas
como algo real. Te enseñaron una religiosidad y una forma de comportarte que no has elegido, sino que te
vinieron impuestas desde fuera, antes de que tuvieses edad o discernimiento para decidir, y sigues así, con
ellas colgadas, como una piedra al cuello.

Sólo lo que nace y se decide adentro es auténtico y te hace libre. Lo que haces como hábito y que no puedes
dejar de hacer porque te domina, te hace dependiente, esclavo de lo que crees, porque te lo han programado.

Sólo lo que surge de dentro lo analizas, lo pasas por tu criterio y te decides a ponerlo en práctica asumiéndolo;
es tuyo y te hace libre.

Tienes que liberarte de tu historia y su programación para responder por ti mismo y no de personaje a
personaje.

Lo mismo ocurre con lo que creemos amor y que no es más que un modelo cultural aceptado por la mente. No
se puede vivir influenciado por el pasado. Lo menos que se puede hacer por el amor es ser sincero, tener
claridad de percepción y llamar a cada cosa por su nombre. Ser capaz de dar la respuesta precisa sin engañar
ni engañarte. Porque te amo te doy la respuesta, desde mi realidad, que te corresponde a ti y a tu realidad, en
este momento. Más tarde no sé lo que puede ocurrir, y por ello no te hago promesas que no sé si podría
cumplir.

Esto es lo menos que puedes exigirle al amor: sinceridad. La espiritualidad consiste en ver las cosas, no a
través de cristales de color, sino tal como son. La espiritualidad ha de nacer de ti mismo; y cuanto más seas tú
mismo, serás más espiritual.

Lo cierto es que el dolor existe porque rechazamos que lo único sustancial es el amor, la felicidad, el gozo.


No seas fotocopia

No imites a nadie, ni siquiera a Jesús. Jesús no era copia de nadie. Para ser como Jesús, has de ser tú mismo,
sin copiar a nadie, pues todo lo auténtico es lo real, como real era Jesús.

La culpabilidad y la crítica no existen más que en la mente de la cultura. Las personas que menos se preocupan
de la vida de ahora, de vivir el presente, son las que más se preocupan por lo venidero.

Preocúpate por
estar despierto, vive ahora y no te importará el futuro. Cuando tu mentalidad cambia, todo cambia para ti, a tu
alrededor. Lo que antes te preocupaba tanto, ahora te importa un bledo y, en cambio, vas descubriendo cosas
maravillosas que antes te pasaban inadvertidas.

Lo que más les preocupa a las personas programadas es tener razón. Tienen miedo a perder sus ideas, en las
que se apoyan, porque les dan pavor el riesgo, el cambio, la novedad, y se agarran a sus viejas ideas porque
están fosilizadas.

Nuestra vida se convierte en un lío porque tomamos por realidad lo que no son más que programaciones que
no nos sirven de nada y nos agarramos a ellas porque no sabemos descubrir otra cosa. En el fondo, tenemos
una enorme inseguridad y, para sentirnos mejor, vamos a consultar a los que creemos que saben más que
nosotros, creyendo que ellos nos van a solucionar los problemas. Pero los problemas, que sólo existen en
nuestra imaginación, sólo despertando los solucionaremos.

Fácil y difícil

Se cuenta que había un gran maestro llamado Buso, que vivía con su esposa y una hija, todos con fama de sabiduría
y santidad. Un día se acercó un hombre al maestro y le preguntó:

-La iluminación, ¿es fácil o difícil?

Y Buso le contestó:

-Es tan difícil como alcanzar la Luna.

No conforme, el hombre se acercó a la mujer de Buso y le hizo la misma pregunta, a lo que ella le contestó:

-Es muy fácil. Es tan fácil como beberse un vaso de agua.

Intrigado se quedó el hombre y, para salir de dudas, le hizo la misma pregunta a la hija del maestro, que le
contestó:

-¡Hombre!, si lo haces difícil es difícil, pero si lo haces fácil...

Lo más difícil es la capacidad de ver, ver simplemente, con sinceridad, sin engañarse, porque ver significa
cambio, nada a qué agarrarse, y estamos acostumbrados a buscarnos asideros y a andar con muletas. En
cuanto llegas a ver con claridad, tienes que volar; y volar es no tener nada de qué agarrarte.

Necesitamos
desmontar la tienda en la que nos refugiábamos y seguir por el sendero adelante sin apoyos.
El susto mayor es por la aniquilación de todo miedo, puesto que los miedos han sido el manto en el que te
envolvías para no ver ni ser visto. Dejar las cosas atrás y enfrentarte a la felicidad, cuando no quieres ser feliz a
ese precio. Una felicidad que has de expresar tú y no esperar a que te la den hecha. Aunque vas diciendo que
buscas la felicidad, lo cierto es que no quieres ser feliz. Prefieres volver al nido antes que volar porque tienes
miedo, y el miedo es algo conocido y la felicidad no.

En mi profesión de psicólogo advierto cada día esto. Lo primero que tiene que entender el buen psicólogo es
que el que viene a él no busca la curación, sino el alivio, la comodidad, pero no quiere cambiar; es demasiado
expuesto y comprometido.

Es como aquel que está metido en la porquería hasta la boca y que lo único que le preocupa es que no le
hagan olas, no que lo saquen de allí. Lo malo es que la mayoría equipara la felicidad con conseguir el objeto de
su apego, y no quiere saber que la felicidad está precisamente en la ausencia de los apegos, y en no estar sometido
al poder de ninguna persona o cosa.

En la naturaleza no existen fronteras. No están más que en nuestra mente. Toda tierra es de todos, y toda
cultura no es más que ideas que nos separan.

Conocerse a fondo

Para despertarse, el único camino es la observación. El ir observándose. El ir observándose uno a sí mismo,
sus reacciones, sus hábitos y la razón de por qué responde así. Observarse sin críticas, sin justificaciones ni
sentido de culpabilidad ni miedo a descubrir la verdad. Es conocerse a fondo.

El indagar e investigar quién es Jesucristo es muy loable, pero ¿para qué sirve? ¿Te puede servir para algo si
no te conoces a ti mismo? ¿Te sirve para algo si estás controlado y manipulado sin saberlo?

La pregunta más importante del mundo, base de todo acto maduro, es: ¿Yo, quién soy? Porque, sin conocerte,
no puedes conocer ni a Dios. Conocerte a ti mismo es fundamental. Sin embargo, lo curioso del caso es que no
hay respuesta para la pregunta ¿quién soy yo?, porque lo que tienes que averiguar es lo que no eres, para
llegar al ser que ya eres.

Hay un proverbio chino que dice: "Cuando el ojo no está bloqueado, el resultado es la visión.

Cuando la mente
no está bloqueada, el resultado es la sabiduría, y cuando el espíritu no está bloqueado, el resultado es el
amor."

Hay que quitar las vendas para ver. Si no ves, no puedes descubrir los impedimentos que no te están dejando
ver.

El observarte a ti mismo es estar atento a todo lo que acontece dentro y alrededor de ti, como si esto le ocurriese
a otra persona, sin personalizarlo, sin juicio ni justificaciones ni esfuerzos por cambiar lo que está
sucediendo, ni formular ninguna crítica ni autocompadecerte. Los esfuerzos que hagas por cambiar son peores,
pues luchas contra unas ideas, y lo que hay que hacer es comprenderlas, para que ellas se caigan por sí solas
una vez que comprendas su falta de realidad. Hay que cuestionar todo esto para ver si se comprende como
una verdad y entonces te pondrás a observarte.

La vida observada

A veces te sientes mal, hecho un lío, no sabes funcionar solo y te vas al psicólogo a que te arregle.

El
psicólogo no puede hacer nada que tú no hagas. No puede conseguir nada que tú no estés dispuesto a hacer.

Puede escucharte y ayudar a que tú mismo vayas aclarándote mientras hablas. En verdad, lo que haces allí es
observarte, y eso es lo que has de hacer tú, pero de continuo. Yo soy psicólogo y puedo decirte que la terapia,
la mayoría de las veces, lo que hace es un intercambio de problemas: te quita uno, pero te mete otro.

La espiritualidad es la que intenta solucionarte. Busca solucionar el problema del yo, que es el que está generando
los problemas que te llevan al psicólogo y al psiquiatra. La espiritualidad va directamente a la raíz, a rescatar
tu yo, el auténtico, que está ahogado por barreras que no lo dejan ser libremente.

El hacer esfuerzos por cambiar es contraproducente, pues lo que te va a cambiar es la verdad: observar la verdad
y comprender que tu programación no te deja ser tú mismo. El observador es lo que te va a cambiar. "La
vida no observada, no examinada, no vale la pena vivirla, porque no es vida", decía Sócrates.

Es preciso darse cuenta de todas las reacciones que surgen al mirar a una persona, un paisaje o a uno mismo.

Observa cómo sueles reaccionar frente a determinadas situaciones. Mirar con objetividad, como si no fueras tú,
tomando conciencia de lo que pasa dentro y fuera de ti, estando atento (como cuando conduces).

Hacerlo sin
juicios valorativos, porque si te pones etiquetas, ya no ves las cosas como son. Caer en la cuenta, sin
prejuicios, sólo entendiéndolo.

Si no cambiamos espontáneamente es porque ponemos resistencia. En cuanto descubramos los motivos de la
resistencia, sin reprimirla ni rechazarla, ella misma se disolverá. Cuando en nosotros hay sensibilidad, no se
necesita violencia alguna para conseguir las cosas que necesitamos, pues todo se resuelve entendiendo,
comprendiendo; y nos sorprendemos al ver cómo todo se resuelve según comprendemos la realidad y no
luchemos contra ella.

Tenemos que darnos cuenta de que, con la palabra, o con el pensamiento, solemos etiquetar las cosas y las
personas, y luego, como consecuencia de ello, vivimos el personaje de la etiqueta, y no la persona.

Ponerse en
contacto con la realidad es mirar ésta sin querer interpretarla, ni cambiar nada, sino dejar que la realidad
cambie el orden de las cosas luciendo por sí misma.

Para ser como Jesús, has de ser tú mismo, sin copiar a nadie, pues todo lo auténtico es lo real, como real era
Jesús.

Métodos para ser feliz

Darte cuenta del dolor, de la aflicción o del desasosiego que sufres y cuál es el motivo; de dónde sale, en
verdad,
ese sufrimiento. Si te sientes molesto, darte cuenta en seguida de ello, y de dónde nace este malestar. (Si
dices que estás molesto porque alguien se ha portado mal contigo, no se puede entender que tú te castigues
porque otro se comporta mal. Tiene que haber otro motivo más personal y escondido.
Obsérvalo.)

Darte cuenta de que el sufrimiento o las molestias se deben a tu reacción ante un hecho o una situación
concreta y no a la realidad de lo que está ocurriendo. (Si vas a ir al campo y llueve, el enfado no está en la
lluvia -que es la realidad-, sino en tu reacción porque se han contrariado tus planes.)

Solemos echar la culpa a la realidad y no queremos darnos cuenta de que son nuestras reacciones
programadas las que nos contrarían. Tenemos unos hábitos inculcados, que funcionan como una maquinita
automática: a tal pregunta, tal respuesta; a tal contrariedad, tal reacción. Y funcionamos como autómatas. La
cultura nos inculca unas leyes rígidas, cuya única razón es que así se ha hecho siempre. Y con esta razón tan
endeble somos capaces de matarnos por defender: honor, patria, bandera, raza, familia, buenas costumbres,
orden, ideales, buena fama y muchas más palabras que no encierran más que ideas sin sentido real, que nos
han inculcado como cultura. Y lo mismo ocurre con las ideas religiosas.

Lo importante es el ser, y no el figurar. La verdad es que estamos tan metidos en esa programación que actuar
con claridad de percepción, desde esa cultura, casi parece un milagro, y más si pretendemos reaccionar sin
disgusto. Hay que despertarse antes para comprender que lo que te hace sufrir no es la vida, sino tus
alucinaciones, y cuando consigues despertar y apartas los sueños, te encuentras cara a cara con tu libertad y
con la verdad gozosa.

Lo cierto es que el dolor existe porque rechazamos que lo único sustancial es el amor, la felicidad, el gozo.

Cuando somos capaces de encontrar el camino despejado, para ese amor-felicidad que somos, nos topamos
con el dolor, que no es nada concreto ni sustancial por sí mismo, sino la ausencia de la percepción del amorfelicidad.

Como la oscuridad, que no existe, sino que es consecuencia de la menor percepción de la luz.

La vida es, en sí, un puro gozo y tú eres amor-felicidad como sustancia y potencial para desarrollar. Sólo los
obstáculos de la mente te impiden disfrutarla plenamente. Son las resistencias que pone tu programación lo
que te impide ser feliz. De no tropezar con tu resistencia, ¿dónde estaría el dolor? Habría una armonía en ti,
igual a la que existe en la naturaleza. Más aun, pues tú eres rey de esa naturaleza y dotado de una sensibilidad
para captar la bondad, la felicidad y la belleza, que te hace creativo y capaz ya, no sólo de ser feliz, sino de dar
amor-felicidad a manos llenas.

Con sólo observar todo esto ya estás dando un paso para tu despertar. Todo depende de tu reacción, y ésta
depende de tu programación; y si eres capaz de observar esto y comprenderlo, ya tendrás bastante.

Lo más difícil es la capacidad de ver, ver simplemente, con sinceridad, sin engañarse, porque ver significa
cambio.

* * *
de AUTOLIBERACIÓN INTERIOR
ANTHONY DE MELLO

¡RECONOCE TU AÑADIDURA!



¡RECONOCE TU AÑADIDURA!

Toda programación y todo condicionamiento te llevan a ser un robot. Los hábitos sirven para cosas prácticas
(capacidad de andar, de hablar un idioma, de conducir un coche... ), pero para ver las cosas con profundidad,
en el amor y la comunicación, los hábitos son como anestesiar la creatividad, lo nuevo, y no desear vivir el
riesgo del presente.

Lo malo es que hasta la espiritualidad ha sido objeto de programación, de desfiguración, pues la espiritualidad
es como la realidad;.pero todo lo valioso es susceptible de distintas interpretaciones y manipulaciones.

Cada persona tiene una forma de reaccionar y de interpretar. Yo conozco a un sacerdote que está deseando
tener un cáncer para morir sufriendo... Otros, la mayoría, se llevarían un gran disgusto al saber que tienen
cáncer. Tanto una actitud como la otra no dejan de ser producto de una programación religiosa o cultural.

Cuando una persona programada te ofende sin motivo, tan programado estás tú como ella, por dejarte ofender,
porque las dos reacciones son igual de absurdas e irreales. Ocurre que, cuando estás dormido, te molestan las
personas que están dormidas, porque la programación del otro afecta la tuya, te la recuerda, y eso es lo que
más te molesta, aunque no quieras reconocerlo. Si cuando un niño o un mono te hacen una mueca, reaccionas
enfadándote, señal de que eres tan niño o tan mono como ellos. Estar despierto es no dejarte afectar por nada,
ni por nadie. Y eso es ser libre.

Tú eres el que ha de elegir tu propia reacción frente a las cosas, situaciones y personas, no los hábitos ni tu
cultura. Si sigues programado, tienes que saber ver que esa programación es el control del que se vale la
sociedad para imponerte sus criterios. Estamos siendo controlados en la medida en que seguimos dormidos:

por el consumismo, por la política, por el poder, por el trabajo y por el ocio. Las competiciones han pasado de
ser un juego entretenido y saludable, a ser actos de odio. Antes se jugaba por el puro placer de jugar; ahora, en
las competiciones, se contaminó el deporte con el veneno de vencer y elevarse por encima del vencido.

Lo mejor del hombre es el amor, y no lograr una marca, humillando a los vencidos. Yo soy mejor que tú y por
ello consigo la admiración y la fama; pero ¿en qué eres mejor que yo?, ¿en correr?, ¿en saltar?, ¿en meter una
bola entre dos palos y dentro de un cesto? Y eso, ¿para qué sirve?, ¿amas con ello?, ¿te haces más persona?

Lo peor de todo esto son las comparaciones que miden al hombre ajustándolo a una medida ideal, rígida, y
ponen en acercarse a ese modelo del ídolo, toda energía y todo condicionamiento; ¿para qué?, para que
resplandezcan los valores auténticos, genuinos.

Vivimos en una era adoctrinada. Hasta al Santo Padre, al asistir a la consagración de un grupo de cardenales,
se le escapó decir: "Estos 150 cardenales que han tenido el honor de ser elegidos..." ¿Es un honor ser cardenal? ¿No es más bien un servicio?

Estamos adoctrinados y nos dejamos arrastrar por las programaciones. Vivir libremente, siendo dueño de uno
mismo, es no dejarse llevar ni por persona ni situación alguna. Saber que nada ni nadie tiene poder sobre uno
ni sobre sus decisiones. Eso es vivir mejor que un rey, y saber oír esa hermosa sinfonía de la vida y disfrutarla.

A veces puede haber emociones o depresiones, por trastornos físicos o psíquicos, pero eso ya no te trastorna,
porque ya no te quita la capacidad de ser feliz y alegrarte con lo mucho hermoso que se produce a cada
momento ante tus ojos. La depresión está ahí, tú la observas, pero ya no te identificas con ella. Es algo que
está sucediendo por un motivo que conoces y, por lo tanto, está controlada. Nada puede contra ti.

Ocurre fuera
de tu ser.

Lo contrario al miedo es el amor. Donde existe el amor no hay miedo alguno. Y el que no tienen miedo alguno
no teme la violencia, porque él no tiene violencia alguna. Toda violencia viene del miedo y crea más violencia.


En cuanto metes tu yo...

Santa Teresa dijo que Dios le concedió el don de desidentificarse de sí misma y poder ver las cosas desde
fuera. Éste es un gran don, pues el único obstáculo y raíz de todo problema es el yo. Des identificarse significa
no afectarnos por lo que está ocurriendo -vivirlo como si le ocurriese a otro-, pues en cuanto metemos nuestro
yo en cualquier persona, situación o cosa, preparémonos para sufrir. Vivir desidentificados es vivir sin apegos,
olvidados del ego, que es el que genera egoísmo, deseo y celos, y por el cual entran todos los conflictos.

Otra cosa que nos muestra que estamos programados es creer que cada uno está en posesión de la verdad.

Cada religión cree tener la verdad y ser la única, la exclusiva. ¿Por qué? Temen perder si reconocen que pue
de haber verdad en cada una y en todas ellas. Si viviésemos desidentificados de nuestras creencias, no nos
preocuparíamos por lo que lleven de acertado o no. Las creencias pueden cambiar, lo importante es lo esencial
que descubramos dentro de nosotros y que nos lleva a ir buscando la verdad, y saber que es de todos.

Despertarte es despertar a la realidad de que no eres el que crees ser. Esto es desidentificación.

Sólo podrás
conseguir esto cuando seas capaz de atribuir tus tribulaciones a tu programación y no a la realidad. Cuando
uno se aflige, intenta cambiar la realidad para ajustarla a su programación, pues cree que ésa será la solución
a su problema; pero como no lo consigue, su frustración viene a sumarse a su aflicción y el problema no se
aclara.

Si el problema viene de tu programación, no puedes cambiar la vida y a los demás, sino desprogramarte o ver,
por lo menos, claramente, de dónde viene el problema. Si cambias y te abres a la realidad, verás cómo todo
cambia a tu alrededor, pues era tu mente la equivocada, y al cambiar tu mente y abrirte a la realidad, cambiará
tu manera de ver y de vivir llamando cada cosa y situación por su nombre.

Recuerda aquello de: "En vez de alfombrar todo el mundo para que no tropieces, es más fácil que te calces
unas zapatillas." ¿Se consigue la felicidad en esta vida? Cuando sueltes tus alucinaciones, te darás cuenta de
que la felicidad siempre estuvo en ti, pero se metieron las exigencias de por medio, la cultura, los deseos, los
miedos, con sus mecanismos de defensa, y la fueron ahogando. Darnos cuenta de esto ya es dar un gran
paso.

Una persona, con tantas exigencias y problemas, no puede amar, ni encontrar la felicidad, porque ya tiene
bastante con defenderse de lo que cree que la está atacando. En ese estado, lo que llamamos amor es egoísmo,
amor a nuestro ego, interés propio. Nos sentimos tan mal y con tantos miedos, que sólo podemos mirarnos
a nosotros mismos, vigilándonos con recelo porque, en verdad, tampoco nos amamos.
Amor es pura gratitud, y nosotros nos ponemos condiciones. Y si nos ponemos condiciones a nosotros mismos,
¿cómo no vamos a ponérselas a los demás? Convertimos eso que llamamos amor en un egoísmo

refinado que utilizamos, o para darnos placer, o para evitar sensaciones desagradables, sensaciones de
culpabilidad, o miedo al rechazo. Para evitar esto, comerciamos con lo que llamamos amor. Si somos capaces
de ver esto y de llamar las cosas por su propio nombre, ya vemos claro.

Las acciones pueden ser malas o buenas, siempre dependerán de la madurez y cordura del que las cometa.


Reconoce tu añadidura

A Dios sólo se lo encuentra por un proceso de sustracción. Sabiendo lo que no es, no añadiéndole nombres,
conceptos y etiquetas, encontraremos a Dios. Dios es, y por ello es inaprensible, no lo podemos enmarcar ni
clasificar porque escapa a toda objetivación. Por eso, el ser humano es también inaprensible, porque es
semejante a Dios. Cuantas más añadiduras le pongamos al ser, menos lo conoceremos. Hemos de dejarlas
caer todas. Y lo mismo con la realidad. Si yo le exijo a la realidad unas condiciones, o le pongo unas añadiduras,
me alejaré de la realidad, la verdadera, y estaré siempre chocando con lo falso.

Los místicos son los que se han abierto confiadamente a la realidad, sin preocuparse por el resultado, pues saben
que sólo en la realidad habita la verdad.

Meterse en la batalla de la vida, pero con el corazón en paz, es la única manera de vivir la realidad de la vida.

Es cumplir la voluntad de Dios. Para ello, el primer paso es reconocer la añadidura, darte cuenta con sinceridad
de tus bloqueos y obstáculos.

El segundo paso es mirar la causa, sabiendo que está fuera de la realidad. Sin culparte ni justificarte. Tú no tienes
la culpa de esa programación, y cuando caes en los hábitos, no lo haces adrede. Tú eres víctima de tu propia
diagramación. No estés descontento, irritado y molesto contigo mismo, porque eso no te va a ayudar. Y si
sufres, si te afliges, no tomes tu aflicción por tu ser. Desidentifícate de ese sufrimiento.

El yo, ¿quién es? ¿Soy un cuerpo? No, porque las células de mi cuerpo son renovadas continuamente y, en
siete años, no queda ni una de las anteriores y, sin embargo, sigo siendo el mismo. Yo no soy mi cuerpo, pero
tampoco soy mis pensamientos, pues ellos cambian continuamente y yo no. Ni tampoco soy mis actitudes, ni
mi forma de expresarme, ni de andar. Yo no puedo identificarme con lo cambiable, que abarca las formas de mi
yo, pero no es mi yo.

Tú eres el ser, lo que es. El cielo es, no cambia; las nubes sí. Lo único que puedes buscar es lo que no eres,
pues en cuanto puedes objetivarlo ya no lo eres, sino que es una forma, una expresión de lo que realmente
eres. Puedes buscar lo que no eres, y al ir apartando tus formas y añadiduras, te irás liberando de ideas
equivocadas sobre ti y, detrás de todo esto, irá surgiendo tu ser.

Así es que el tercer paso es no identificarte con las formas que cambian,
ni apegarte a ellas, ni rechazarlas, ni ponerles etiquetas, ni valorarlas dándoles una importancia que no tienen.

Llamarlas por su nombre: son formas nada más, y si les das batalla, toman una importancia que, en sí, no
tienen. Cuando las mires tal como son, perderán importancia y se replegarán a su lugar. Hay que
comprenderlas, entender por que están ahí, para que no te estorben ni molesten. Entonces la importancia que
les hayas dado hasta ahora se va, porque no es real, no existe, y descubres que no eran más que alucinaciones
del sueño de un ser dormido. No hay que violentarse con nada ni para mejorarlo ni para cambiarlo. Lo que
es, es, y sólo lo es por su propia causa, nada lo puede dañar si está despierto.

Estar despierto es no dejarse afectar por nada, ni por nadie. Y eso es ser libre.


Resultado de nada

El místico vomita antes el fruto del bien y del mal para poder entrar de nuevo en el Paraíso. No enjuicies nada,
sino comprende el porqué y el lugar de las cosas. La felicidad no es el resultado de nada. Ella es, en sí misma,
y la descubres cuando te libras de todo juicio y añadidura. Cuando quieres arreglar las cosas, metes en ellas tu
yo endemoniado, tu apego, y lo estropeas todo. Entra solo en la realidad. No te apegues, ni siquiera a la
liberación, porque ella no es aprensible, no se deja apresar, y lo que harás es crearte otras cadenas, otra
esclavitud. Sólo tienes que ver las cosas como son.

Las cosas sólo serán cuando deban ser, por mucha prisa que te des. La realidad no es algo que se pueda
forzar ni comprar. Se trata de ver la realidad tal como es. Lo cierto es que ya estás en ella, siempre lo has
estado, pero la buscas, como aquel pez que iba loco buscando el océano. Lo único que no te deja es tu
programación y tus exigencias.

Nadie hace el mal sin una justificación. Es la justificación la que lo engaña. Nadie se daña a sí mismo conscientemente,
sino inconscientemente. El que hace el mal es un loco que no merece castigo, sino cura. No se puede
condenar al que peca, sino el pecado, que es un error. Las acciones pueden ser malas o buenas, y siempre
dependerá de la madurez y cordura del que las cometa. No puede llamarse malo al que comete actos
equivocados creyendo que los hace bien, o al que hace eso compulsivamente, defendiéndose de peligros que
sólo están en su imaginación. Ése es un loco, un ser dormido al que hay que despertar, o un enfermo al que
hay que curar.

Nadie hace las cosas malas adrede, fríamente, por maldad, por la sencilla razón de que el componente
sustancial de nuestro ser es el amor, la bondad, la felicidad, la belleza, la inteligencia como luz de la verdad. Si
esta sustancia está ahogada por los miedos, por el sufrimiento, la única solución es sacar lo que estorba.

Las cosas se observan para ver la verdad que hay detrás de las formas con que se cubren. Uno puede tener
en la mano un papel sucio creyendo que es un cheque de mucho valor. Si lo haces renunciar a él o se lo quitas
antes de que descubra su valor real, esa persona siempre estará creyendo que le quitaron algo de valor y se
comportará como un ser estafado, engañado, despojado, y sus reacciones serán de autodefensa. Así nunca
despertará a la realidad. Primero habrá que despertarlo y luego él mismo será el que tire el papel sucio,
riéndose del engaño en que estuvo metido. Y entonces sí quedará liberado.

Y si renuncias voluntariamente a algo, creyendo que es un valor y que has hecho un sacrificio con ello, siempre
te vanagloriarás de lo que has hecho y pedirás aprobación y admiración de los demás. Pero si antes despiertas
y comprendes que en esa renuncia tuya no hay nada de valor, que lo que has hecho es buscarte a ti mismo,
¿cómo te vas a vanagloriar de renunciar a algo que no servía para nada? Al contrario, te sentirás bien por
haberte liberado de algo que te impedía ser más tú mismo. Pero además, entonces, comprenderás con humildad
a aquellos que aún se sienten apegados a lo que tú ya has renunciado por estar despierto.

Estamos siendo controlados en la medida en que seguimos dormidos: por el consumismo, por la política, por el
poder, por el trabajo y por el ocio.


No tengas miedo

¿Cómo sería Jesús para que todos los sencillos se sintieran tan a gusto con Él? Jesús no se sentía superior a
los demás porque vivía en la realidad. La señal de estar en contacto con la realidad es la sencillez.
El miedo es lo que nos lleva a quedarnos en la programación. Lo contrario al miedo es el amor.

Donde existe el
amor no hay miedo alguno. Y el que no tiene miedo alguno no teme la violencia, porque él no tiene violencia
alguna. Toda violencia viene del miedo y crea más violencia.

El que se enfada es que tiene miedo. Nosotros huimos de los enfados porque provocan nuestros miedos y, a la
vez, nos ponen violentos. Nos asustamos de la agresividad porque despierta nuestra propia agresividad. Nos
defendemos no por justicia, sino por miedos.

El místico es el que es capaz de liberarse completamente del miedo, por eso no es violento. El enemigo del
amor no es el odio, sino el miedo. El odio es sólo una consecuencia del miedo. El miedo genera los deseos.
Los deseos son otra consecuencia del miedo. El que nada teme está seguro y nada desea.

Hay un deseo común, que es el cumplimiento de lo que se cree que va a dar felicidad al yo, al ego.

Ese deseo
es apego, porque ponemos en él la seguridad, la certeza de la felicidad. Es el miedo el que nos hace desear
agarrar con las manos la felicidad, y ella no se deja agarrar. Ella es. Esto sólo lo descubrimos observando, bien
despiertos, viendo cuándo nos mueven los miedos y cuándo nuestras motivaciones son reales. Si nos
agarramos a los deseos, es señal de que hay apego.


El pez tenía sed

Tienes dos maneras de ver, de observar. Una manera intelectual, teórica, sin profundizar. La otra manera de
ver es existencial, mirando desde tu propia vida, desde tu ser. San Pablo dice: "Veo lo que debo hacer, y hago
lo que no quiero." Al decir esto se refiere al ver intelectual, que a nada compromete porque no es un ver
revelador. Cuando lo ves desde lo existencial, lo ves desde la libertad que te da la verdad y entonces lo ves tal
cual es, y esa revelación hace que despiertes a la realidad.

Había una vez un árabe que viajaba en la noche, y sus esclavos, a la hora del descanso, se encontraron que
no tenían más que 19 estacas para atar a sus 20 camellos. Cuando lo consultaron al amo, éste les dijo:

-Simulad que claváis una estaca cuando lleguéis al camello número 20, pues como el camello es un animal tan
estúpido, se creerá que está atado.

Efectivamente, así lo hicieron, y a la mañana siguiente todos los camellos estaban en su sitio, y el número 20 al
lado de lo que se imaginaba una estaca, sin moverse de allí. Al desatarlos para marcharse, todos se pusieron
en movimiento menos el número 20 que seguía quieto, sin moverse. Entonces el amo dijo:

-Haced el gesto de desatar la estaca de la cuerda, pues el tonto aún se cree atado.
Así lo hicieron y el camello entonces se levantó y se puso a caminar con los demás.

Ésta es una buena imagen que puede ilustrar nuestra estupidez humana cuando estamos programados e incapaces
de ver por nosotros mismos ni decidir por nosotros mismos, sino por hábitos, por unos gestos determinados,
por la costumbre y por nuestra programación. Lo del pez que tenía miedo a ahogarse sería la mejor definición
del hombre frente a su realidad. Cuando estamos dormidos no tenemos miedo de los sueños, pero sí
tenemos miedo de despertar a la realidad, porque supone un cambio. Supongo que preferir el sueño a la realidad
es de idiotas, pero así es.

Kabir decía: "Me reí mucho al ver que el pez en el agua tenía sed." Ésta es nuestra propia realidad de dormidos.

Sólo se despiertan los que desean despertarse. Tratar de convencer a los que no lo entienden es como
irritar al cerdo.

Despertarse es despertar a la realidad de que no eres el que crees ser.


Menudo descanso

El sufrimiento que padeces es el equivalente a tu resistencia a la realidad. El resistirte a la verdad hace que
choques con la realidad, que te está diciendo que no es por ahí, que revises tus planteamientos para que se
ajusten a la verdad. Si lo comprendes así, crecerás. Si no lo comprendes y te empeñas en seguir obcecado y
dormido, sufrirás sin remedio. En cuanto entiendas esto, por la observación que te dé luz para descubrir tu
realidad, se acabarán tu sufrimiento y tu irritación.

Es muy importante, pues, ver, observar lo que te perturba para entender lo que anda mal en ti.

Al descubrir
esto, verás cómo cambia tu escala de valores. Vas descubriendo tesoros por todas partes, mientras se va
cayendo, por sí sólo, lo que no vale. No sabes bien lo que supone, la paz que consigues, cuando dejas caer la
carga de tu superyó de una posición que te empeñabas en mantener y que suponía tantos esfuerzos y
frustraciones; la razón que siempre querías tener, el afán por defender tu imagen, tu nombre, tu prestigio, y
todo lo que mantenías para impresionar, para que te valorasen o te tuviesen en cuenta. ¡Puf!,

¿para qué servía
todo eso? Menudo descanso cuando lo tiras todo por la borda.

Y lo paradójico es que lo mantenías porque buscabas en ello remedio a tu inseguridad, y la verdadera
seguridad la alcanzas cuando lo sueltas todo. Ése es tu premio, con el que te sorprende la realidad. Y resulta
que tienes motivos para estar siempre contento, pues las experiencias buenas son siempre gratificantes, y las
malas te proporcionan crecimiento, al señalarte los obstáculos. Incluso las personas que te dan la lata, son
motivo para que cambies, al conocerte mejor; y ya no te empeñas en cambiarlas a ellas.

No hay nada más clarividente que el amor. En cambio, la emoción del apego, que tomas por amor, te hace
ciego. Si estás apegado a tu amigo, no podrás verlo, porque te lo impedirá tu emoción. La emoción del apego
trae consigo reacciones, pero no acciones. Para las acciones tienes que estar despejado y despierto.

Meterse en la batalla, pero con el corazón en paz, es la única manera de vivir la realidad de la vida.

* * *

de AUTOLIBERACIÓN INTERIOR - ANTHONY DE MELLO